DILEMA
Sí.
Creo que soy antisistema.
Probablemente
suene duro leerlo pero desde luego es muy duro pensarlo y escribirlo. Muy duro
porque luché por un sistema, en incluso a mi lado murieron dos jóvenes (en
Embajadores) por luchar por el sistema aunque seguro que aquellos años se han
olvidado o los han hecho olvidar.
Es
muy duro decir que no se cree en este sistema. Pero yo luché por una
democracia, ni de izquierdas ni de derechas, por una auténtica democracia. No
por la caricatura que sufrimos ahora
mismo.
No
creo en un sistema en el:
1. Que
los dirigentes políticos se creen con un cheque en blanco después de depositar
nuestro voto en las urnas.
Entiendo que si
los datos que tenían al ofrecer un programa electoral eran erróneos, lo más
coherente, sería convocar nuevas elecciones
explicando qué se puede hacer realmente y exponer los datos reales.
2. Que
esos dirigentes se creen por encima del bien y del mal y entienden que es su
derecho expoliar a un País, a una Comunidad Autónoma, a una Provincia o un
Municipio. O hacer caer en la bancarrota, sin el menor escrúpulo, a una empresa,
derrochando el dinero que luego tenemos que aportar el conjunto de los
ciudadanos.
3. Que
el responsable de turno, fundamentalmente sanidad y educación, sin el menor
sonrojo dicta que lo público no funciona y es muy caro, en lugar de juzgarse a
sí mismo reconociendo que es incapaz de dirigir su departamento como lo hacen
los gestores eficaces y eficientes de esas empresas a las que admira tanto.
4. Que
los juicios a los expoliadores se dilatan en el tiempo años y años, hasta
incluso en algunas ocasiones prescribir sus delitos. Incluso he oído de una
persona versada en la materia que nuestro Código Penal está hecho para
robagallinas.
5. Que
aún declarados culpables determinados delincuentes no se les obligue a
restituir el dinero que han sustraído y que incluso son indultados.
6. Que
los que reprochan que los ciudadanos que
han vivido por encima de sus posibilidades sean los mismos que han utilizado
nuestro dinero para satisfacer sus caprichos.
7. Que
la Administración cargue contra los ciudadanos por menudencias, incluso
empujando de forma poco ortodoxa a ir a Tribunales, sabiendo que sólo quien
tiene el dinero suficiente podrá afrontar las tasas judiciales y defenderse
ante lo que en muchas ocasiones es una tropelía.
8. Que
determinadas personas de cuerpos del Estado piensen más en sus complementos en
lugar de luchar contra el auténtico fraude.
9. Que
se juegue con la subsistencia de las personas, haciendo el juego a esas
empresas que hacen que los precios que pagamos en este país sean los más caros
de Europa.
10. Que
los partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales no
representen a la gran mayoría de las personas a los que en teoría deben servir.
Sí, incluyo organizaciones empresariales porque la gran mayoría de empresarios
bastante tenemos con subsistir y en muchas ocasiones ni siquiera lo logramos.
11. Que
no exista la palabra dimisión y aún menos el término cese. Desde luego cuando
alguien no cumple su cometido y no tiene intención de dimitir, es cesado por su
superior si la organización es lógica y funciona correctamente.
La
lista es mucho más amplia, pero con esto es suficiente ejemplo para dar muestra
de por qué no creo en este sistema.
Y
ahora me estaréis preguntando ¿Es posible cambiar el sistema?
Mi
respuesta es corta, clara y concisa, es simplemente SÍ.
Ahora
bien, ¿Es fácil conseguir el sistema auténticamente democrático?
Obviamente
no.
No,
porque hay demasiados intereses creados, tendríamos que cambiar el
funcionamiento y la mentalidad de esas personas que he “enumerado” antes y
tendríamos que cambiar incluso nuestros valores y el sentido de necesidades.
Se
podría hacer aunque insisto que no sería ni medianamente fácil. Habría muchas
trabas e incluso montañas por escalar. El otro día en la entrevista a José
Antonio Marina entiendo que quedó bastante claro. Comentó que el problema de la
educación en España se podría resolver y ver los frutos en sólo cinco años.
Pero cuando se le preguntó si es posible hacerlo, vino a decir que sin cambiar
mentalidades y por los intereses creados, sería realmente difícil, si no
imposible alcanzarlo.
Habría
que hacer muchas cosas:
1. Una
nueva Ley tributaria realmente justa y que defienda al contribuyente.
2. Una
Ley de educación para todos los niveles de educación.
3. Una
auténtica ley del consumo.
4. Código
Penal adecuado a los delitos cometidos y perjuicio al conjunto de la sociedad.
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Tantas
cosas que estas serían una parte de las “menudencias” probablemente más
urgentes y sólo para abrir boca.
Habiendo
plasmado todo esto en un momento de arrebato y enfado, en realidad no se
disipan mis dudas. Ahora ya no sé si soy: ANTISISTEMA, CONTRASISTEMA, ASISTEMA, EXTRASISTEMA,
POPULISTA, DEMAGOGO y por qué no, incluso PEDAGODO.