lunes, 25 de julio de 2011

EL SEGUNDO RELATO DEL VERANO

Mi labor como profesor, no siempre es dar respuestas a las preguntas que se me plantean. Muy al contrario. En ocasiones mi deber debe ser suscitar cuestiones más o menos irresolubles para hacer pensar, discernir, hacer trabajar las neuronas.
Cuando escribo, no debo plantear situaciones reales. Eso lo hacen otros. Debo vestir con palabras un escenario, unos sucesos aparentes, para que no parezcan una mera invención, para que tengan visos de verosimilitud.
Aquí os dejo esta joyita jejeje que si hago una encueta obtendré tantas respuestas como lectores a este relato.


LA COMIDA

Esto me ocurrió hace unos años.
Fue hace ya bastante tiempo y desde entonces, jamás, con mayor o menor frecuencia, con una intensidad más o menos grande, me revolotea por la cabeza. Me da vueltas y vueltas y jamás he conseguido encontrar una solución plausible, ni aproximada a ese problema.
Ante esto, me he decidido a compartirlo, a hacer público algo que quizás era demasiado privado.
Todo sucedió un mes de Agosto. No recuerdo de qué año, pero seguro que era un mes de Agosto porque estaba solo en la oficina y no había nada de trabajo. Aprovechando esto, me decidí a probar el famoso restaurante del que tanto me habían hablado a un par de manzanas de donde estaba. Dejando a un lado cualquier tipo de sensatez, en plena canícula estival, iba a sucumbir ante un gran plato de cocido cocinado en puchero de barro.
Llegué muy pronto, sobre la una y media, por si muchos más osaban hacer mi temeridad. Me guiaron hasta un pequeño comedor donde se apiñaban las mesas formando un complicado puzle donde cada pieza era inamovible y una vez encajados los comensales sería imposible que se moviesen más que unos pocos centímetros. Me emplazaron en la única mesa individual, al fondo de la sala, de cara a la pared, dando la espalada a los demás, frente a un gran espejo donde se reflejaba todo el habitáculo y podría visualizar todo lo que pasaba tras de mí.
La cordial camarera me explicó que el cocido todavía tardaría unos minutos. Accedí a tomar una cerveza bien fría con un pequeño aperitivo mientras aguardaba el suspirado manjar.
Al tiempo que me servían el bocado previo, la camarera acompañaba a una joven a la mesa colindante a la mía y se sentó en mi mismo sentido, dando la cara al espejo. No le presté la menor atención y me concentré en la gélida cerveza aislándome del mundo.
Sin darme cuenta, al mirar de nuevo el espejo, descubrí que junto a la anterior chica, compartían mesa otras dos. Se miraban mudas unas a otras, como si no comprendiesen demasiado bien la situación. Me centralicé en la actitud de ellas, que no era más que de incertidumbre. Intenté discernir la edad de cada una. No me fue posible. Había diferencia de edad entre unas y otras, unos diez años, quizás quince, pero no me vi capaz de adjudicar una concreta a cada una. Me conformé con una horquilla entre veinticinco y cuarenta años.
Me enfrasqué de nuevo en mi bebida que se estaba calentando y en la magnífica croqueta a que tenía indecentemente olvidada. Cerré los ojos y me evadí del mundo durante unos minutos.
Un golpe en la espalda con la tabla de la silla me devolvió a la vida real. Alguien se había sentado en el minúsculo hueco detrás de mí y escuché de refilón un “disculpe” de una voz masculina. No protesté porque ambos estábamos atrapados entre el filo de nuestra respectiva mesa y el respaldo de la silla.
Haciendo malabarismos llegó la camarera con la bandeja repleta. Primero colocó sobre mi mesa una burbujeante cazuela de porcelana repleta hasta el borde de la hirviente sopa. Menos mal que tengo toda la tarde, pensé, porque hasta que se enfriase el líquido pasarían horas.
Como había tiempo, perdí la vista sobre el espejo y observé que a mis vecinos les habían servido unas copas de espumoso y un plato de lo que vulgarmente se llaman ibéricos. Se advertía una cierta tensión entre las chicas y después de servirme un par de cucharones de sopa en mi plato me dispuse a cotillear hasta que se templase un poco.
- Lo primero quiero brindar por vosotras porque me vais a ayudar a tomar una importante decisión- Soltó el único varón de la mesa alzando su copa para que chocara con las otras tres.
Ellas tomaron un pequeño sorbo y él apuró la copa hasta el final como intentando tomar fuerzas para lanzar lo que había fraguado durante mucho tiempo y para lo que las había reunido de forma sorpresiva.
Intenté tomar una cucharada de mi comida. Me fue imposible, todavía quemaba como el infierno. No me quedaba otra que centrarme en la conversación de la vecina mesa.
- Voy a ser muy claro- Comenzó aclarándose la voz- Sois las mujeres en las que más confío, con las que he compartido mucho, y de las que quiero la respuesta más sincera y honesta, aunque os parezca una locura lo que os voy a preguntar.
Las tres asintieron moviendo la cabeza y sin articular ni una sola palabra.
- Seré directo- Aguardó unos segundos para soltar la pregunta- ¿Es posible que una persona pueda estar enamorada a la vez de varias?
Unas gotas de sudor corrieron por mi frente. No sé si fue por lo insólito de la cuestión o por el calor que desprendía la cazuela. Retiré el sudor de mi frente con el dorso de la mano, mientras observaba el asombro en la mirada de ellas.
Un NO seco, rotundo, y sincronizado brotó de las gargantas de las señoritas que rápidamente desviaron sus miradas hacia el plato que presidía la reunión para no encontrarse unas con otras.
Aproveché el denso silencio que sobrevino para despacharme con rapidez la sopa que ya se podía ingerir sin peligro de abrasar la lengua.
- Os he pedido que seáis sinceras- Las reprochó con delicadeza después de unos minutos- No quiero decir que se pueda compartir un techo con varias personas a las que se ama, sino que si puede haber un amor simultáneo de una persona a varias- Explicó muy despacio sin levantar la voz.
- No- Respondió la que parecía más joven.
-¿Por?- Demandó él.
- El amor es algo demasiado grande. Cuando se está enamorado se da todo y se quiere todo del amado, por lo que es imposible compartir. Si se comparte no se da todo. Debe ser algo tan………tan- Se detuvo un momento para respirar- No sé cómo llamarlo, pero es imposible que se pueda compartir. Es de dos y sólo de dos.
- ¿Pero no me estás hablando de pasión y no de amor?- Reconvino él con dulzura- Hablo de amor, de eso que es profundo y que no se evapora como la pasión que puede extinguirse si no se aviva como el fuego de una chimenea.
El argumento de él pareció desarmarla y sobrevino de nuevo el silencio al tiempo que la gentil camarera depositó en mi mesa una fuente de barro con el resto de la comida.
- Es posible que una persona pueda simultanear sexo con varias- Tomó el relevo la que parecía más mayor- Yo misma he tenido temporadas que me he acostado, como bien sabes- Aclaró- Cada semana con un chico, e incluso varios a la semana.
- No. No hablo de eso. Digo amor. No sexo- Puntualizó él.
- Entonces creo que no- Argumentó ella- Eso no se puede compartir. Estoy de acuerdo con ella- Concluyó con cierta aspereza.
- Sólo faltas tú- giró la cabeza para enfrentarse a la mujer que todavía no había hablado- Necesito la opinión de las tres.
- Me uno a ellas- Respondió con un atisbo de duda con voz melosa.
De nuevo callaron y aproveché para dar cuenta de algunos garbanzos y un poco de carne.
- Lo suponía- Retomó él la conversación- Estaba seguro de la respuesta- Remachó con voz temblorosa- Sabía lo que me ibais a responder aunque no lo comprendo. No soy capaz de entenderlo de vosotras que me conocéis tan bien, y habéis compartido………………..
No hubo respuesta, sólo las miradas fijas en él que agachó la cabeza.
La joven camarera rellenó sus copas sospechando que algo importante estaba ocurriendo.
- Por nuestro último encuentro- Sentenció más que brindó.
Ellas le acompañaron con gesto de culpabilidad.
- Quiero informaros que ya no me vais a ver más- Aguardó para que digieran el golpe- Me voy de este mundo.
Antes de que le interrumpieran alzó su mano para acallarlas.
- Me voy de un mundo que no es capaz de comprenderme y al que yo tampoco comprendo. De un mundo cínico en el que pueden las convenciones. De un mundo en el que se priorizan las apariencias. Ya tengo todo preparado para desaparecer para……………. ¿siempre?- Volvió a callar como para darse una respuesta- Supongo que sí. No merece la pena seguir así. No creo que nadie me entienda ni me pueda entender. Me voy, es lo único que puedo decir.
Cuando sacó algo del bolsillo se le cayó el móvil. Al agacharse para recuperarlo me propinó un fuerte empujón que me hizo empotrar con el canto de la mesa.
Al girarme sólo pude ver sus ojos. Unos enternecedores ojos azules completamente anegados e inyectados en púrpura.
- Yo sé lo que he dado- Comenzó mientras se levantaba- Sé lo que puedo ofrecer y sé lo que quiero entregar. Hasta nunca. No me busquéis porque es probable que ni siquiera exista.
Salió con paso acelerado mientras las chicas no salían de su asombro.
Al unísono ellas se levantaron y se dirigieron hacia la puerta sin mirarse ni pronunciar palabra.
Sobre la mesa había un billete de cincuenta euros sujeto por el móvil del que él de había deshecho para siempre y un plato de ibéricos que ni siquiera se había empezado.

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

Por cierto. El cocido de ese restaurante no estaba mal, pero lo que lo elogian tanto deberían probar el que hace mi tía en el pueblo.

No hay comentarios:

Amigos