POR FIN UN NUEVO RELATO
Hace unos
días dije que había vuelto jejeje y en efecto aquí estoy de nuevo.
Este relato tiene una pequeña
historia. Hace unos meses, no recuerdo exactamente cuántos, pero sería por el
mes de Noviembre del año pasado, recibí el comienzo de un relato de una persona
a la que apenas conocía.
Sólo me pedía que continuase con
él, que lo terminase.
Al preguntarle si tenía alguna
utilidad, simplemente me rogó que lo continuase y acabase como a mí me
gustaría que fuese.
Así lo hice sobre la marcha en
el transcurso de esa misma tarde y se lo envié sin saber para qué ni con qué
finalidad.
Nunca lo he sabido.
UN ...........
Ella Intentó continuar, pero sus dedos no le respondían. Intentó
forzarse, darse un nuevo empujón para continuar la tarea que se había impuesto
pero su cuerpo no le obedecía. Una inesperada gota de algo insólito se
precipitó como por arte de magia contra el teclado.
Le resultaba
inverosímil que fuese lo que sospechaba. De pronto le sorprendió otra nueva gota. La recogió con dulce desesperación con
la yema de su dedo índice y se la encaminó a la punta de la lengua para
cerciorarse de que no se equivocaba, de que se trataba de auténticas gotas de
sudor. El suave y nítido salado le disipó de toda duda.
Entonces se
percató de algo inaudito, su respiración era entrecortada aún sin haberse
movido de su silla, sentada frente a la pantalla de su Mac, desde hacía una
eternidad. Su pecho subía y bajaba sin
control. Su corazón rugía sin compás. Su blusa se pegaba a su cuerpo empapada configurando
una nueva piel artificial. Incluso el maltrecho gemelo de su pierna derecha se
quejaba con desesperación por el esfuerzo que no tenía certeza haber realizado.
No tuvo más remedio
que desviar la vista de la pantalla. Se fijó en la sempiterna telaraña que adornaba el rincón de su salón y que en
los últimos tiempos era su más fiel y única compañera. Se vio contando mentalmente
cada uno de los hilos que la tejían.
¿Qué estaba
haciendo? Le retumbó la pregunta una y otra vez en la cabeza como el eco retorna tras chocar con la pared de la
montaña.
Había sido un
impulso incontrolado. Ni siquiera osaba volver a leer. ¿Qué estaba escribiendo? ¿Qué
buscaba?
Se encontraba
tan desorientada que llegó a preguntarse hasta dónde estaba.
De
nuevo su corazón comenzó a repercutir contra su pecho protestando por el
esfuerzo y un escalofrío la invadió todo cuerpo, desde el más imperceptible de los cabellos de
su cabeza, hasta la mismísima punta del
dedo meñique del pie.
Volvió
a su telaraña hasta que su respiración pareció normalizarse un poco.
Su
primer impulso fue borrar lo que había escrito y apoyó su dedo sobre el botón del
teclado. Algo en su interior la contuvo. ¿Cómo podía borrarlo sin siquiera
saber lo que había escrito? No recordaba nada, sólo que su corazón se lo había
dictado. Fue por eso que en el último instante se arrepintió y se detuvo en
seco.
Si
mi corazón lo ha dictado no tengo derecho a borrarlo, pensó intentando
justificarse.
Cogió
fuerzas de lo más profundo de su ser para releerlo y si acaso matizarlo.
Lo repasó una y otra vez hasta casi
memorizarlo.
No
podía creer lo que había escrito, se escapaba de su entendimiento. Estaba
segura de que algún espíritu le había poseído durante un periodo tan nebuloso
que ni siquiera recordaba.
Sí,
sí podría amarle. Estaba segura. Y estaba tan convencida, que ese hecho la
aterrorizaba.
Volvió
a leer de nuevo todo lo que aparecía ante sus incrédulos ojos. ¿Por qué tantas
dudas? ¿Cuál es la causa de sus reticencias? ¿Por qué interpone esas barreras? ¿De
verdad tendrá que dejar todo por él?
Él seguro que jamás se lo pediría, estaba
completamente convencida de ello.
Al
fin y al cabo no hay nada eterno ni nada cierto. No sería una ruptura de lo ya
vivido y andado, sería simplemente retomar un nuevo camino.
Suspiró
profundamente sabiendo que tomaría la decisión adecuada y con la seguridad de
que él la acompañaría en esa solución última fuese cual fuese.
Sólo
cabía una respuesta. El corazón, la intuición, el deseo, sus sueños, sus
anhelos, sus ganas de vivir deberían triunfar.
¡Claro
que iba a darse una nueva oportunidad!
Por
fin sonrió satisfecha de su decisión sabiendo que se abría una nueva senda. Una
nueva vereda prendida de la mano de la persona con la que seguro podría compartir.
Justo
en ese momento, desapareció de súbito el eterno dolor en el gemelo de su lesionada
pierna derecha y volvió a sonreír.
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